Es bueno recordar que la justicia debe ser compasiva
Cuando Roxana y su hijo, Darío, firmaron el contrato de inscripción para el curso de líderes más renombrado de la comunidad, nunca pensaron que estaban firmando una sentencia. El contrato describía detalladamente las consecuencias que iban a ocurrir si los jóvenes no se atenían a las reglas de comportamiento. Se trataba de un curso sumamente caro para el cual Roxana había estado ahorrando el año entero con el fin de darle a su hijo esta oportunidad. Los padres que estaban registrando a sus hijos firmaban el contrato con gusto y sin vacilar, ya que estaban seguros que sus hijos eran obedientes, maduros y nunca se atreverían a romper las reglas y desaprovechar tan buena oportunidad. Eso solo podía sucederles a los hijos del otro.
Darío es un muchacho ejemplar, respetuoso, buen hijo y amigo. Vanesa, Diana, Fernando, Horacio, en fin, todos los que han sido elegidos para participar en este programa son jóvenes responsables.
Pero más rápido de lo que cualquiera se imaginó, la diversión y la tentación tocaron a la puerta de varios de estos chicos. Como son adolescentes e impulsivos, sin pensar en las severas consecuencias que tendrían, algunos muchachos rompieron el reglamento que habían firmado.
Sucedió que era el cumpleaños de Vanesa y Darío quiso sorprender a su mejor amiga con un regalo. Para ello convenció a un grupo de amigos que lo acompañaran por la noche a la tienda, a pesar que no tenían permiso para salir del campamento. Al regresar, algunos de ellos fueron descubiertos. Aquellos que no lo fueron, quisieron ser honestos y también admitieron la transgresión.
El castigo fue inevitable, ellos habían firmado un contrato y las reglas estaban escritas, y a pesar de que los muchachos habían tenido buenas intenciones, sufrirían las consecuencias. Entre llantos y remordimiento, los jóvenes aceptaron inmediatamente su error y que fueran castigados. Pero suplicaron no ser expulsados, estaban dispuestos a hacer lo que fuera necesario con tal de poder tener una segunda oportunidad.
Todo fue en vano. Para el director del programa fue una falta de respeto y una violación a las reglas. No quiso tomar en cuenta la edad, las cualidades y lo que estos niños habían aportado para que este programa fuera tan especial. Los jóvenes fueron retirados inmediatamente del programa. Muchos padres de otros niños apoyaron esta decisión pensando que esto es algo que les sucede a los hijos de otros, nunca a los propios.
Un castigo justo, debe ser proporcional al error y debe tener en cuenta que el fin es enseñar una lección que beneficie a todos. Algunos de estos muchachos se sintieron tan mal que decidieron romper completamente los lazos con el grupo, lo cual fue una pérdida para todos. Quizá un castigo acompañado de una oportunidad para redimirse hubiera sido un instrumento más efectivo. Nadie se benefició de tan severas consecuencias, y finalmente lo que pudo ser una oportunidad de crecimiento y aprendizaje se convirtió en una oportunidad perdida.
La Receta
El poder del castigo
INGREDIENTES
- 1 litro de disciplina
- 1 caja de enseñanza
- 3 gajos de consecuencias
- 2 cucharaditas de flexibilidad
- 2 manojos de cariño
- 5 gotas de oportunidad
- Astucia al gusto
RECOMENDACIÓN DEL CHEF
Esta receta requiere siempre tener claro que lo más importante es la relación con la persona, el castigo es sólo un medio para enseñar los errores y corregirlos.
MODO DE PREPARACIÓN
La gran cocina de la vida tiene la virtud de contar con continuos y preciados “momentos mágicos de enseñanza”, los cuales llegan solos y sin pedirlos. Captarlos y redirigirlos asegura la calidad inigualable en la preparación de las recetas. Un buen cocinero debe proveer la oportunidad para que las personas que se encurten dentro de su cocina puedan ser guiadas y dirigidas con el fin de que adquieran sensatez y madurez, convirtiéndolos en cocineros benévolos y justos. Si bien es necesario tener consecuencias claras es igualmente importante que estas consecuencias sean apropiadas a la magnitud de la acción equivocada. El castigo deberá ser un instrumento para que el cocinero enseñe, inspire y mejore el comportamiento de su personal, nunca un arma de poder para lastimar. Un castigo excesivo y severo solamente enseñará a desconfiar de las decisiones y el juicio de los cocineros que lo efectúan. Es vital para lograr una buena receta entender y analizar detenidamente todas las razones y las circunstancias, así como las implicaciones y el resultado de las acciones, logrando que la persona que haya cometido una falla aprenda y repare su error. El castigo deberá siempre tener como objetivo mejorar a la persona, nunca en hundirla. El verdadero cocinero no necesita demostrar su poder, más bien deberá de ser un ejemplo a seguir, dar esperanza e impartir justicia, enseñando que su cocina siempre puede contribuir a crear un mundo mejor.
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