Reconozco que mi paz mental depende de la claridad de mis pensamientos y de una reflexión constante, día a día y en cada momento. Me hago responsable de repensar y cuestionar lo que pienso antes de hablar, asegurando que mis palabras y acciones reflejen mi visión de la vida con convicción y sin cargas innecesarias. Me libero de la culpa, la vergüenza y los reproches, consciente de que soy la persona responsable de lo que siento, incluso ante la provocación. Tengo la fortaleza para discernir entre los factores externos que pueden influir en mí y mis propias decisiones.
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