El enojo es uno de los sentimientos más tóxicos que se pueden sentir.

Una vez que este se apodera del cuerpo y la mente, es difícil reaccionar con calma e inteligencia. Cuando una persona está enojada, dice cosas que generalmente termina por arrepentirse, ya que reacciona con sus impulsos viscerales, pierde la noción de la realidad, habla sin pensar y hace cosas que pueden lastimar y dañar mucho más de lo que debería o le gustaría.

Cuando una persona permite que el enojo se apodere de su alma termina por envenenarse, enloquecerse y perder el control. Esto es una condición realmente delicada.

El enojo funciona como a una olla de alta presión llena y a punto de explotar. Este ingrediente se va calentando sin encontrar un punto de salida, así, su esencia se concentra, para que finalmente la presión aumente hasta llegar al punto que finalmente rebasa toda posibilidad de equilibrarse o calmarse y termina siempre con una tremenda explosión, la cual arrasa con todo lo que encuentra a su alrededor.

¿Cómo se puede evitar llegar a ese punto donde se revienta y explota por sentir ese enojo tan espantoso?

Para poder controlar el enojo es necesario tener el valor para reconocer la razón por la cual causo el enojo, generalmente las razones tienen que ver con el ego propio, la vanidad o con la necesidad de querer controlar una situación que por supuesto esta fuera de control.

La buena noticia es que el enojo es controlable, sobre todo cuando uno está consiente que si aprende a controlarse sus acciones serán menos impulsivas y más responsables.

Lograr controlar el enojo, es poder reinar sobre sí mismo. Lleva a convertirse en una persona extraordinaria, transformando los problemas en oportunidades de crecimiento.

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